lunes, 15 de diciembre de 2008

La felicidad se pega

· Nuestro cerebro está equipado con neuronas que imitan la emoción que ven en otro
· Un estudio reciente dice que se puede ser más feliz rodeado de personas felices
· La felicidad no se transmite en el entorno de trabajo

Los neurocientíficos han constatado que nuestro cerebro está preparado para que sintamos empatía, gracias a las neuronas espejo.

Giacomo Rizzolatti es el neurobiólogo descubridor de este sistema por el que nuestro cerebro produce una actividad similar cuando nosotros realizamos una tarea que cuando vemos a un semejante realizarla. También ocurre con las emociones: ver sentir a otro una emoción produce la misma emoción en nuestra mente.

Todo esto lleva a la conclusión de que el ser humano está hecho para ponerse en el lugar de los demás, con el objeto de comprenderlos, pero también de aprender de ellos, de imitar. Estamos equipados para sentir compasión por los demás. Tal vez, si no te sientes feliz, es porque te falta contacto social.

De hecho, un reciente estudio dice que, cuanto más felices sean las personas de tu entorno, más feliz serás tú.

Nick Christakis (Harvard School of Public Health) y James Fowler (Universidad de California) han utilizado el estudio Framingham Heart con el objeto de determinar en qué medida se es feliz, y qué factores influyen en ello. Antes, estos científicos habían demostrado que la obesidad es socialmente contagiosa, o que fumar se expande a través de la red social.

La investigación implicó a 5.124 adultos de edades comprendidas entre los 21 y 70 años y se les siguió desde 1971 hasta 2003.

Para valorar la felicidad, los científicos utilizaron una escala de valores referida a la última semana de la vida de los encuestados. Las 4 respuestas posibles eran: «me he sentido esperanzado con el futuro», «me he sentido feliz», «he disfrutado de la vida» y «he sentido que era tan bueno como el resto de la gente».

Me llama la atención que, en la encuesta (no científica) realizada por el periódico 20minutos, en la que se preguntaba ¿Estar con personas felices aumenta tu felicidad? un 8% de personas contestó: «Imposible, no conozco personas felices», un 12% contestó «No, hace más evidente que yo no lo soy» y un asertivo 10% reconoce que «Me da igual, no me influye.» Y eso que de los datos de Christakis y Fowler se puede deducir que tener amigos infelices a la larga te puede hacer infeliz. Quizá los resultados de la encuesta muestran a estos amigos infelices. Un consejo: no te alejes de la gente negativa, ¡huye de ella! En cualquier caso, también se ha demostrado que es más contagiosa la felicidad que la infelicidad.

Los científicos llegaron a la conclusión de que la felicidad es un fenómeno de lazos sociales, que incluso llega al tercer grado de relación: un amigo feliz en tercer grado (el amigo del amigo de un amigo) sube las posibilidades de una persona de ser feliz en un 6%. Al respecto, James Fowler apunta, «si el amigo del amigo de tu amigo es más feliz, esto tiene más impacto en tu propia felicidad que si te ponen 5.000 dólares extra en el bolsillo.» Quizá Fowler ha sido muy optimista en este comentario. Por lo menos a mí, me cuesta saber quiénes son los amigos de los amigos de mis amigos...

Para reflexionar: ¿es que ya nadie siente envidia de la felicidad ajena?

Una posible respuesta: la felicidad de los compañeros de trabajo no hace efecto. Puede ser que las relaciones con ellos/as se fundamenten en otras dinámicas. Si la felicidad de un compañero de trabajo se debe a que ha obtenido un aumento o un ascenso que nosotros estábamos esperando, no se activan las neuronas espejo. También puede ocurrir que no haya lazos emocionales en estas relaciones.

Lo ideal, lo que aumenta nuestra felicidad en un 42% nada desdeñable, es tener un amigo/a feliz que vive a menos de un kilómetro. Piensa, piensa, ¿qué amistades felices tienes a tan corta distancia?

Si no obtienes respuesta, puede ser el momento de hacerse amigo/a de los vecinos de al lado. Un vecino de al lado feliz marcó un aumento de la felicidad del 34% de su otro vecino.

¿Qué hay de los que viven no ya a menos de un kilómetro, sino dentro de nuestra propia casa, como la pareja? Las probabilidades de ser más feliz al lado de una persona de otro sexo son menores (suponiendo que hablamos de parejas heterosexuales). Parece ser que tomamos más datos emocionales de personas de nuestro mismo sexo, y esto refuerza la teoría de las neuronas espejo: cuanto más parecido es a nosotros el modelo, más nos identificamos y más lo imitamos.

Otro dato a apuntar es que existe una adaptación evolutiva a reír y sonreír, ya que esto estrecha los lazos sociales. Heredamos las neuronas espejo porque ver a otro feliz provoca en nosotros una liberación de endorfinas (la hormona de la felicidad) tan agradable que nos hace felices. En los primates pueden apreciarse expresiones de sonrisa cuando están en un ambiente social relajado.

Ahora que sabemos todo esto, quizá convenga empezar a pensar en cómo nuestro estado de ánimo influye en los demás, y cómo podemos hacerles felices siéndolo nosotros también. Por supuesto, no se trata de fingir, ya que esto conlleva un enorme desgaste de energía. Pero sí que podemos buscar nuestros sentimientos más amables, y podemos empezar a sonreír, y comprobar si esto nos hace sentir mejor.

La posible crítica que puede hacerse a este estudio es que, las personas de una misma red social, suelen tener más características en común, por lo que tienden a influirles hechos parecidos (pertenecen al mismo equipo de fútbol, o tienen la misma ideología, o comparten actividades similares...). La felicidad de alguien con referentes culturales muy distintos quizá no nos influya tanto. De nuevo, las neuronas espejo. Si el modelo no se nos parece, no llegamos a comprender sus estados emocionales.

Para ser más feliz, como ya apuntaba en otra entrada sobre Orison S. Marden, podemos fijarnos en las pequeñas cosas de cada día, en lo cotidiano, y no esperar la gran Felicidad filosófica como valor absoluto y permanente. Si hoy has visto amanecer, si has visto tu pueblo nevado, si tu perro te ha saludado como si no te hubiera visto en años, o si el café estaba riquísimo, estas pequeñas perlas son ahora patrimonio de tu felicidad.