lunes, 11 de octubre de 2010

Un poco de paz para los buscadores ficticios


Queridos buscadores ficticios, al fin encontré nuestra justificación, la razón por la que no logramos decidirnos a encontrar, por la que, una vez llegados a un puerto, empezamos a fantasear con echarnos a la mar una vez más, cansados, vencidos.

Así que ésta es (creo) mi última parrafada sobre los buscadores y encontradores. Espero que como buscador ficticio encuentres en ella el descanso que yo encontré, al saber que nuestra actividad febril puede llevarnos al puerto del que nunca se desea volver a partir.


Y esta explicación, esta clave que nos sirve para comprender por qué no nos hace felices esta conducta que sin embargo no logramos evitar, la encontré en Osho. Sí, Osho otra vez, porque Osho me ha capturado, cautivado, me ha hablado como desde su tumba, es algo mágico.


Se trata del drama de elegir. La lógica, Aristóteles, el pensamiento racional, todas las estructuras en que se asienta nuestro mundo occidental nos piden vivir a medias. Elige esto o aquello. No es esto Y aquello ni es esto a veces y aquello otras. Es: si eliges esto, olvídate para siempre de aquello, aquello deja de existir para ti. Sin embargo, este razonamiento es pobre, dualista, nos divide, cercena nuestras posibilidades de tener esto y aquello.


No sé cuándo comenzó vuestro drama, el mío comenzó cuando me hicieron elegir entre ciencias y letras. Así de simple y de tremendo. Porque yo no quería elegir, me encantaban las matemáticas Y la literatura. No las matemáticas en contra de la literatura. Hice lo que pude para ir escaqueándome de esta elección dramática, combinando ambas opciones en aquello llamado “mixtas”. Y luego elige una carrera. Y determina tu futuro, envíalo por un conducto estrecho y obtuso porque todo en esta vida va a ser igual de estrecho y obtuso.


Osho dice que es una enfermedad de la mente el elegir, el preferir. Dice:

No decidas. Acepta la vida en su totalidad. Tienes que ver la totalidad: la vida
y la muerte juntas, el amor y el odio juntos, la felicidad y la desgracia juntas, la agonía y el éxtasis juntos.

Y eso es lo que creo que tratamos de hacer los buscadores ficticios. Los buscadores puros eligen buscar, y los encontradores eligen encontrar; nosotros sin embargo, no queremos elegir, no queremos descartar, queremos todas las cartas en la mano, porque es la única forma en que vemos que abarcamos la totalidad.


El problema es que pensamos que así nos acercamos a la solución, y lo cierto es que nos alejamos más, porque no logramos aprehender nada, todo se nos escurre de las manos como si fuese agua, como si fuese arena fina. El tiempo pasa y nosotros desgastamos las energías en ir de aquí a allá para comprobar que seguimos sin haber elegido, que seguimos libres... Esa es nuestra esclavitud. Es una paradoja: al creer que nos liberamos, nos atamos más. La solución está justo en el lado contrario. Dice Osho:


La verdad no se puede buscar. Por el contrario cuando toda búsqueda cesa, es
cuando la verdad llama a tu puerta; cuando el buscar ya no existe, la verdad te
llega.

Cuando los buscadores ficticios encontramos algo en nuestro camino, nos decimos: “ojalá esto sea total, esto sea permanente, esto sea definitivo”. Y no, no lo va a ser nunca, porque aquello que encontramos es una gota de todo el océano, está dividida, es parcial, es un trocito de la tarta. Cuando los buscadores ficticios encontramos algo, tal vez podríamos decirnos: “se acabó la búsqueda. No es que piense que esto es el ideal platónico que yo tenía en la cabeza. Es que ya me he cansado, es que no quiero más”. Y entonces, tímidamente, se entrevé aquella verdad que llega a uno cuando se le deja el espacio y el tiempo mínimo para que se expanda.


Quizá entonces averigües que el secreto no era saber qué era mejor, si ciencias o letras, que no era tratar de adivinar el futuro para saber qué carrera era la mejor, que no era mantenerse en una misma profesión, ni tener siempre la misma pareja, ni cambiar cien veces de profesión y de pareja. ¿Qué es lo que ha permanecido constante en toda esta batalla de proporciones inmensas y resultados desastrosos? Tú mismo/a. Pero no tu yo, no el ego, que seguramente habrá ido cambiando y sufriendo con los cambios y alentando más cambios, sino tu esencia. Y de nuevo, Osho:


De pronto encuentras que tú mismo eres el templo que buscabas. De repente llegas
a darte cuenta de que tú eres Krishna, de que tú eres Jesús. No te llega ninguna
visión; eres el origen de todo, eres la propia realidad.

La realidad que buscas estaba en ti desde un principio. Estaba dentro, y dentro sigue, esperando a ser descubierta. Nada ni nadie te va a proporcionar este atisbo de la luz que puedes llegar a ver. Todas tus elecciones, guiadas por la angustia, no han servido para nada. Ni el camino de los buenos actos ni el camino de los malos actos conducen al monte Carmelo; sólo la nada. Nada conduce al monte, no hay si quiera camino. Es aquí y ahora.


(Gracias, Shubhaa :-))