sábado, 12 de junio de 2010

Una flor pisoteada

Me pregunto en qué estaría pensando la flor que he pisado hoy, sin querer, descuidadamente, cuando paseaba. Sí, claro, las flores no piensan... De todos los seres vivos que hoy he sentenciado a muerte por el simple hecho de pasear por el campo, ¿cuántos de ellos han atraído semejante fin a sus vidas?

Está muy de moda decir que cada uno es responsable de lo que le sucede, de todo lo que le sucede. Además, está de moda la Ley de la Atracción, por la cual atraemos a nuestras vidas de forma casi mágica aquello en lo que no dejamos de pensar, sea positivo o negativo. Siempre que he oído esto, me he preguntado si uno atrae a su vida las enfermedades con las que nace, o los genes que le predisponen a tener cáncer. Según algunos, así es.

Por eso me pregunto perpleja qué pensaban esas flores, esas hormigas y demás bichos y plantas, cuando he depositado mi pie sobre ellos sin ninguna delicadeza.

¡Es tan absurdo pensar que lo han atraído hacia sí! Tan absurdo como pensar que las plantas y bichos de alrededor pensaban sólo cosas positivas y sólo atraían insectos amigos.

No cabe en nuestra mente esperar sucesos inesperados, de proporciones inmensas, y que cambian por completo nuestra existencia. Como un tsunami. Pero lo cierto es que estos sucesos marcan claramente nuestra historia, como defiende Nassim Taleb.

Nuestro cerebro está diseñado para tener esperanza por un futuro mejor (saldremos de la crisis, el año que viene habrá menos desempleo, ya se ven los brotes verdes de la economía), y está diseñado para olvidar rápidamente aquellos sucesos que no encajan en una progresión «normal» y ascendente de los acontecimientos. A expertos y no expertos, nos encanta la campana de Gauss, todo es la campana de Gauss, es decir, todo se distribuye de forma «normal», la virtud está en el punto medio y los extremos son raros de ver. Esto es verdad para variables como la altura o el peso de una persona. Esto no es tan cierto para variables como el dinero, la salud, o el pisotón que se lleva una flor en el campo.

Entonces, ¿debemos preocuparnos y tener miedo de acontecimientos totalmente inimaginables ahora? No se trata de eso, pero sí podríamos dejar de vivir en la falacia de que dominamos por completo nuestra vida, una vida «normal» en la que suceden cosas «normales», o dentro de lo imaginable. Por eso muchos siguen jugando a la lotería aunque no les toque nada, porque saben que hay sucesos que ocurren en contra de toda probabilidad.

Por cierto, ¿cómo podría una flor evitar ser aplastada por una bota de montaña? No puede. Es decir, incluso sabiendo lo que podría ocurrirle, conociendo por sus antepasadas flores que esto a veces sucede, la flor no se podría desplazar a zonas menos transitadas por el ser humano.

Cuando me hablan de que uno es responsable de lo que sucede en su vida, también vienen a mi mente las personas nacidas en países subdesarrollados, que contraen enfermedades que aquí se curan con una pastilla, que pasan hambre, que malviven, que no tienen agua potable... ¿Ah, que lo han elegido ellos, que son responsables, que bien podrían desplazarse a otro sitio? No, no pueden. Ya se está viendo. No se les permite si quiera eso. El gran pie les aplasta allí, y punto.
Y no es que esta forma de pensar perjudicial (es una especie de opio) se quede sólo en mundos esotéricos, es que en la formación que se da en empresas también se habla de ello, con la proactividad, la fijación de objetivos, la responsabilidad frente al victimismo... He visto empresas entre cuyos valores está prever con anticipación el futuro y tomar medidas. Estupendo, ahora premian prever la pisada de una bota de montaña. O bien, premian entrever que ocurrirá un 11-S que tirará abajo las torres gemelas, o que un tsunami desolará todo un país, o que habrá una horrible guerra entre hermanos donde antes reinaba la paz. ¿Cómo esperan que lo hagamos? ¿Alguien trae bola de cristal consigo?

miércoles, 9 de junio de 2010

Somos hijos del momento


Somos hijos del momento. ¿Por qué no disfrutar de lo que está aconteciendo, del día en sí?

El viento se agita fuera, está nublado, la radio suena con las mismas canciones de siempre, los planes del mañana rondan por tu cabeza, incluso los de dentro de unas horas. Pero, si se despoja al momento presente del recuerdo y del pensamiento del futuro, ¿qué queda? Si se le separa de la continuidad de lo que acaba de ocurrir, ¿qué pasa? ¿Qué es? Un enorme silencio. El infinito. La inmensidad. El Amor.

Sólo estás vivo/a en el momento presente. Vivimos una película mental, una ilusión de continuidad tipo Matrix. ¡Pero si ni siquiera somos!

Esta sensación que estoy teniendo al fijarme en el momento presente es la que tengo cuando buceo: no puedo pensar, sólo respirar y sentirme viva, gracias precisamente a la respiración. Y si esta sensación es tan agradable, tan inmensa y real, ¿por qué no trato de tenerla más veces?

Voy rápido por la vida, con miles de pensamientos obsesivos, neuróticos o eróticos también, y no me detengo ante la inmensidad de esta Voz del silencio tan potente.

Supongo que las plantas y los animales hacen esto de forma automática: respiran y son. Hijos del momento sin saberlo...

Cuando trabajo no es exactamente lo mismo. No estoy consciente, no estoy despierta, estoy como los animales y las plantas. ¿Realmente se podría estar consciente en el momento presente todo el tiempo?

Si realmente vives el momento presente, no estás esperando nada. Nada tiene que pasar, todo está aquí y todo es perfecto; simplemente, todo es. Lo veo todo a mi alrededor (objetos, muebles) como inamovible en el momento presente, como cuando se para el tiempo en Momo. Exactamente tengo esa sensación: se para el tiempo y deja paso a lo infinito.