miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Qué es lo que nos rodea?


Hace tiempo que encuentro extraño que ciertos productos como los detergentes no indiquen cuál es su composición, cuando en ellos veo señales como una X grande con fondo naranja, que puede significar "nocivo" o "irritante". Incluso me llamaba la atención el icono de los insecticidas, que tiene un pez y un árbol muertos.

Hace unos meses, una doctora me habló de una dieta antioxidante. No se trataba de adelgazar (o engordar), sino de alimentarse con nutrientes que sirvieran al cuerpo para hacer su trabajo. Me recomendó una serie de alimentos y me desaconsejó otros.

Después, di en las librerías con un libro llamado Anticáncer, de un autor tan prestigioso como David Servan-Schreiber (Curación Emocional), y que demuestra que la alimentación y las sustancias químicas a las que se está expuesto influyen directamente en desarrollar esta enfermedad.

No acababa de convencerme de comprar este libro cuando encontré "el" libro que recogía todo lo que llevo escuchando desde hace meses. Este libro se llama Antitóxico y está escrito por Carlos de Prada, un periodista especializado en la investigación de la contaminación química, tóxica, que se da en las sociedades más industrializadas.

Considerar todo lo que tiene sustancias tóxicas puede llevar a más de uno a desistir de huir de ellas. Tan sólo un elemento, como el policarbonato, que libera una sustancia tóxica que es "disruptor endocrino", llamada bisfenol A, se encuentra en todo tipo de aparatos que usamos a diario: PCs, DVDs, TVs, gafas de sol, botellas de agua, contenedores de leches para bebés... La alarma ha saltado cuando se ha podido comprobar que el bisfenol A ha producido literalmente el cambio de sexo de muchas especies animales. Actúa como un estrógeno, es decir, feminiza a los machos de las especies. Para saber más: http://www.endocrinedisruption.com/home.php

Aquella doctora que me pilló perpleja me explicó que la mayoría del pescado en España está contaminado de metales pesados como el mercurio. En la obra de Carlos de Prada puede encontrarse una referencia a este tema, así como de qué forma averiguar qué pescados son los más contaminados, y por tanto cuáles deben ser evitados especialmente por las embarazadas.

La doctora también me habló de volver a las costumbres de las abuelas. Las abuelas no envolvían en plástico la comida. Las abuelas no lavaban con unos detergentes irritantes, ni utilizaban unos suavizantes neurotóxicos. Es cierto que la mención a las abuelas puede parecer idílica, puede resultar que evocamos un tiempo que nunca ocurrió, pues también las abuelas lavaron a mano, y se dejaron la piel literalmente en el intento. Sin embargo, me llama la atención que Carlos de Prada también haga mención a los remedios de las abuelas, como fregar con vinagre o limpiar con bicarbonato, utilizar el limón, la miel, utilizar esencias naturales...

Se trata más bien de ser más conscientes de los productos que nos rodean. A veces no se trata tanto de que un solo producto contenga un elemento que puede ser potencialmente dañino para la salud. A veces se trata de que muchos de los productos que nos rodean, cosméticos, insecticidas, detergentes, limpiadores... contienen sustancias que poco a poco van influyendo en nuestro delicado equilibrio metabólico y hormonal.

Realmente llama la atención tanto la desinformación que hay sobre el tema como el poco interés de saber qué es aquello no especificado en una etiqueta, o especificado en inglés, o descrito con palabras incomprensibles para quien no haya estudiado en la rama de Químicas.

Pienso que sí se puede hacer mucho, al menos a nivel individual, y que esto que se haga puede contribuir a una menor cantidad de tóxicos químicos a nivel global.

Soy capaz de imaginar algunas mentes escépticas pensando que esto es como retornar a la Edad Media y que parece tratarse de vivir como los Amish. Realmente yo misma soy una persona muy escéptica, y no me ha costado ningún trabajo sustituir determinados detergentes por el vinagre y el bicarbonato, por ejemplo, o asegurarme de tomar antioxidantes como las nueces y las frutas. Para el resto, tenemos herbolarios que nos pueden proporcionar desde una «ecobola de lavar» (una tecnología que permite usar la lavadora sin detergente ni suavizante), o cosméticos y productos de limpieza y alimentación que son más saludables. No olvidemos que la agricultura biológica va ganando terreno porque parece responder más al sentido común.

En este tema no soy más que una opinión. Puedes saber más en el propio blog de Carlos de Prada: http://carlosdeprada.wordpress.com/.

Suerte en esta nueva aventura: no tiene fin.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Buscando amargarte la vida


Esta entrada va dedicada a Marisa, Javier y Maite. A Marisa, porque descubrió que era una buscadora y se sintió identificada con el anterior post sobre el tema. A Javier, porque me habló de El arte de amargarse la vida y esto me ha ayudado a avanzar sobre el tema buscar-encontrar. A Marisa, porque reivindicó lo bonito de ser cometas en lugar de estrellas. Gracias a los tres.

Pero que esté dedicada a ellos no significa que no te valga a ti. Al contrario, si te ha atraído el tema, estás en el sitio correcto, a ver si podemos dar algunas respuestas.

Cuidado con la llegada. Esto es lo que nos dice Watzlawick en el libro que he mencionado antes. Algunos estamos en viaje permanente, y ponemos mucho cuidado en no llegar nunca. No llegar nunca es nuestro arte para amargarnos la vida. Y es que, cuando no hemos alcanzado esa meta lejana, admirable, y propia de los héroes de novela, se nos presenta como algo mucho más romántico, atractivo y seductor. Cuando ya se ha alcanzado, deja de ser apetecible, y pasa a ser cotidiana. Lo cotidiano, rutinario y conocido es, esencialmente, mucho más aburrido. Por tanto, llegar es destruir el sueño.

Es un juego al que jugamos con los demás y con nosotros mismos. Conozco a muchas personas que trabajan en oficinas a quienes les encanta fantasear con lo que pasaría si les tocara la lotería. Todo es idílico. Lo primero que harían, claro, es dejar de trabajar. Y después se suelen mencionar destinos paradisíacos, playas, hamacas, cambios de casa, cambios de todo tipo... Es curioso que haya datos que nos muestran cómo personas a las que les tocó la lotería han caído en un estado de pobreza peor una vez gastado el dinero. Desde luego, eso no es lo que soñaron que harían con esa tremenda suerte en su mano.

Volviendo al juego de «nunca llegar», a mí lo que me ha pasado es que me he cansado de no llegar nunca. Como juego está gracioso, cuando ya se comprueba que es una forma de amargarse la vida, deja de tener tanta gracia. De nuevo, no afirmo que todos los que son buscadores estén complicándose su existencia. Quizá los buscadores puros han encontrado su forma de ser felices. Esto distingue entonces a los buscadores puros de todos los demás, que no acertamos a vislumbrar el puerto donde queremos amarrar el barco, quizá porque no existe, quizá porque se trata de una forma de vivir tan contraria a la que hemos llevado hasta ahora, que ni siquiera sabemos en qué consiste. Utopía significa «en ninguna parte».

Otra forma de buscador no puro es aquel que se pasa años construyendo una vida para luego destruirla a los pocos meses, con el fin de construir otra con un gran esfuerzo, sin utilizar ninguna de las piezas de la anterior, y con el mismo destino futuro. Yo lo visualizo como construir un castillo, pieza a pieza, y cuando se está a punto de poner la bandera en lo alto, o la última almena, o el detalle del puente levadizo, entonces se decide que este castillo es una mierda, pero así, finamente, que es una mierda, que hay que pisotearlo y destruirlo ya porque ni remotamente responde al plano que nos habíamos creado en la mente. Entonces se le arrancan piezas y se le destruye muy rápido, no sea que permanezca ahí. Por si fuera poco, salimos corriendo y lo dejamos atrás, no sea que descubramos que hay algunas piezas (o muchas, o todas) que se podrían reutilizar para lo siguiente, para lo que venga, para seguir viviendo.

El buscador puro no habría construido ningún castillo, sino que lo habría alquilado para pasar el fin de semana.

Por supuesto, hay otras formas igualmente interesantes de amargarse la vida, y casi todas ellas coinciden en no comprobar cuál es la realidad en cada momento, sino aferrarse a unas ideas únicas, inamovibles, y muy personales que hacen del mundo propio una auténtica pesadilla. Hace tiempo reflexioné que cada uno se construye su propio infierno, y luego vive en él quejándose de lo horrible que es. Un infierno de creencias como «no soy capaz», «el mundo es hostil», «el pasado fue mejor», «el pasado ha hecho que nunca más pueda ser feliz», etc. Algunos son tan convincentes en su descripción de estas pesadillas que arrastran a otros a la misma visión del mundo, o por lo menos les hacen ver lo que están sufriendo ellos y les someten a ser eternos cuidadores de la pobre víctima.

Quizá siga ahondando sobre esto en otras entradas.
¡Buen verano!