viernes, 30 de septiembre de 2011

¿QUÉ HAY EN LA CIMA?


He observado que existen dos formas para lograr descansar de verdad: aprender a relajarse, y agotarse por el día. A algunos/as solo nos funciona la segunda. Y esta es a base de cosas como subir montañas.

Si la gente subiera montañas, se sentiría mucho menos agotada que pasando 8 horas al día en la oficina. Dormirían mejor y se levantarían más descansados. No les daría tiempo a preocuparse. Su carácter se suavizaría. Se despertaría en ellos el altruismo. Agradecerían más cualquier pedazo de pan que pudieran llevarse a la boca.

Me han contado que los orangutanes se pasan el día buscando comida, desde que se despiertan. Buscar comida es más parecido a subir montañas que a trabajar; es más honroso. Creo que por eso mi perra sale a buscar comida cuando la saco: es su trabajo.

Si el secreto es subir montañas, si es en las montañas donde muchos individuos han alcanzado la iluminación, ¿ de qué forma nos podemos dedicar a ello? No vale apuntarse al gimnasio, hace falta que sea al aire libre. Pasear por el campo con tu perro se empieza a parecer, pero tiene que ser más tiempo, tiene que haber esfuerzo, necesidad de beber agua, incluso de comer.

Quizá esto no sirva para todo el mundo, pero sí para personas con un sistema nervioso altamente alterable. Es la forma de cansarse y dejar paso a algo más.

lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Una habitación propia?




He rescatado el libro de Orison Swett Marden, “Pushing to the front” (traducido como ¡Siempre adelante!) y, en particular, me ha llamado la atención un capítulo que se titula: «¿Por qué las mujeres casadas vienen a menos?»

El siglo XIX me abre los ojos y me demuestra cómo ha vivido la mujer hasta hace bien poco, y en ocasiones sigue viviendo: como una esclava o subordinada de su marido.

El hombre que fiscalizaba a su mujer no permitió que ambos tuvieran una verdadera economía en común, en la que los dos pudieran decidir por grandes sumas. Sin embargo, ahora ocurre un fenómeno curioso: el hombre defiende la igualdad en las aportaciones. Y más curioso todavía es que la mayoría de las mujeres no lleguemos nunca a los sueldos de la mayoría de los hombres.

Los defensores de los derechos de la mujer buscan por encima de todo que tengamos un trabajo remunerado. El caso es que no se ha avanzado demasiado desde que Virginia Woolf reclamara una habitación propia, pero sí lo suficiente para aprovechar la oportunidad única de ser independiente económicamente.

Habría que matizar esta independencia, empezando porque el sueldo medio en España no puede permitirse alquilar una casa. Está demasiado ajustado. Conozco muchas mujeres que permanecen en situaciones de total apatía y frustración marital porque realmente, si bien tienen un sueldo, están muy lejos de poder considerarlo fuente de independencia económica.

¿Cómo lo ves tú?




domingo, 18 de septiembre de 2011

Esa es tu película

Hace tiempo que no escribo, algunos de vosotros/as me lo habéis comentado.
Y es que no hay nada como la autocensura para que el chorro de la creatividad se seque en el acto. Esta autocensura me ha surgido al poner nombre y apellidos a alguno de mis lectores, y ha ido en aumento cuando todo lo que se me ocurre comentar aquí es demasiado fuerte, fuera del hilo simpático e inocente de Estar Mejor Que Bien (EMQB).

Corren tiempos difíciles y creo que irán a peor, por lo que es más que probable que surja otro blog más acorde con todo esto. Pero mientras se gesta, aún puedo seguir regalando contenidos afables y de buen rollo en línea de EMQB.

Me he dado cuenta de que todos nosotros protagonizamos nuestra película personal y vamos por la vida siendo el centro de nuestro universo. Esto le pasa hasta a mi perra, que va por la calle creyendo que todos los que hablan se dirigen a ella y quieren saludarla y acariciarla.

Es divertido tener tu propia película, aunque a algunos les encanta que sea un relato de proporciones melodramáticas. Sin embargo, cuando nos encontramos con otras personas, tratamos de encajarlas en ella dándoles un papel prefijado, toma, apréndete esto que tú haces de novio/a. He visto que tenemos la asombrosa capacidad de darle un papel a todo el mundo con el que nos encontramos, toma, tú eres mi amiga de confianza, toma, tú eres mi vecina cotilla, toma, tú eres...

Y resulta que esos personajes principales o secundarios de nuestra película son, a su vez, el protagonista de la suya, de forma que les va a costar aceptar un papel elaborado por nosotros en nuestras mentes. Al mismo tiempo, ¿cómo vamos a perder el papel de estrella para pasar a formar parte del elenco de secundarios de otra persona? Así, muchos no llegan a un entendimiento, porque protagonista solo puede haber uno, como mucho dos, y esos papeles ya están repartidos.

Hay personas capaces de hacer realmente que el universo gire en torno a ellas. Reparten por ahí papeles principales y secundarios y consiguen hacer olvidar a más de uno/a cuál era su película personal. Cuando alguien deja de ser la estrella y comienza a seguir un papel impuesto por otro, comienza a sentirse muy desgraciado/a, incluso si ese papel es “bueno” desde fuera: la esposa ama de casa, el marido bonachón, la amante sin compromiso...

Observo que la mayoría de la gente juega a este juego sin darse cuenta. Tanto si es para su propia súper producción de Hollywood como si es para su papel de víctima de las circunstancias, en lugar de levantar la vista del papel que se le ha adjudicado o se ha buscado por sí mismo/a, prefieren seguir por ese camino, en que al menos ya saben lo que tienen que hacer.

Observo además que poca gente acepta que cada uno/a sea la estrella principal de su propia vida y, por tanto, poca gente respeta el sueño peliculero de los demás, si bien todo el mundo desea que se respete el suyo propio.

Y observo que, según pasan los años, las personas nos endurecemos y nos aferramos a nuestra película, cada vez más elaborada, más acartonada y más bloqueada, y cada vez es más difícil que dejemos entrar a otros co-protagonistas, o incluso secundarios, en ella. Los papeles para los demás están tan prefijados que nadie cuadra en ellos. Toda la frescura que pueden aportar otras personas está censurada de antemano. O cuadras en el papel, o estás fuera.

Si tiras el guion a la papelera y vuelves a abrir las puertas y ventanas, tal vez tu vida se ventile un poco y pueda volver a caber en ella cierta espontaneidad.