sábado, 28 de julio de 2012

Tenemos lo que queremos


Ayer vi la película “The Guard” (El irlandés), una película de humor negro genial, peculiar, refinada en la creación de cada personaje. Una película especial, que deja un gusto agradable.

¿Y dónde ponen esta película?
Al menos en el centro de Madrid, está en 9 cines, 3 de ellos en versión original.
Para hacer una comparación, la película de Batman “El caballero oscuro” está en 27 cines, 6 de ellos en versión original. Es decir, está en 3 veces más cines que “El irlandés”.

¿Cómo me enteré de la existencia de esta película?
Fue por un anuncio en prensa en que vi el cartel con muchos premios listados arriba: Festival internacional de cine de Valladolid, Globos de Oro, Academia de Cine y Televisión de Irlanda, Premio Peter Sellers de Comedia, Premio del Público en el Festival de Cine Británico de Dinard (Francia) y en el Festival de Sarajevo.
(No es que en aquel momento me fijase en lo que ponía en todos estos premios, sino que hábilmente he recurrido a una ficha sobre la película J).

¿Y por qué no está esta película en el cine más cercano?
Aquí entra el tema de las distribuidoras. Tengo entendido que, para que una película llegue a un cine, se le imponen además otras varias de mucha menor repercusión. De forma que un cine con 8 salas, pone 3 o 4 películas de una misma distribuidora, 1 película europea por narices, y otras 3 o 4 películas de otra distribuidora.

Reflexionando ayer sobre esto, me acordé del tema de las frutas y las verduras.
Los distribuidores rechazan cada día kilos y kilos de frutas y verduras que no tienen los estándares requeridos, no solo de calidad, sino de forma y tamaño. A pesar de que los consumidores digamos que esa fruta tan igual nos parece de plástico, lo cierto es que, si nos intentasen vender aquello que se tira cada día, no lo querríamos. Lo vi en un reportaje, vi cómo las señoras rechazaban aquellas naranjas que “estaban feas”.

Y pensé, ¿quién quiere esto, quién lo decide? ¿Acaso los distribuidores son unos malvados personajes que filtran la realidad?
Y llegué a la conclusión de que somos nosotros mismos los que queremos esto. Nosotros queremos las frutas todas iguales, las verduras también, todo brillante, del mismo calibre y todo de plástico. Igual que nosotros queremos películas todas iguales, todas brillantes, del mismo calibre y todas de plástico.

Tenemos lo que queremos.

sábado, 21 de julio de 2012

Avergonzada de ser española... cambié de opinión



Avergonzada de ser española, avergonzada de toda la clase política, su ceguera y su sordera, y poniendo la mirada en otros países donde no se lucha para llegar más rápido a la Gran Depresión, recupero un poco la esperanza cuando veo la historia de Joan Pujol García, “Garbo”.

Es una historia que desconocía, y que encuentro apasionante: un hombre “común” que sin embargo decide luchar contra el fascismo que había vivido en su Cataluña natal, se hace pasar por agente doble tanto para los aliados como para los fascistas en la Segunda Guerra Mundial.

Al principio, los ingleses no quieren trabajar con él y su esposa Araceli. ¿De dónde han salido, qué saben, cómo nos van a poder ayudar? Después, cuando Pujol se acerca a los nazis que tanto le repelen y les ofrece sus servicios, consigue convencerlos, y con esto, los aliados también aceptan sus capacidades como agente doble.

Pujol, desde Lisboa, fue capaz de inventar hasta 22 agentes residentes en el Reino Unido, lugar en el que nunca había estado, y cada agente tenía su historia, su lugar de residencia, su personalidad, y su manera de informar.

Este tinglado tan fantasioso funcionó a la perfección, tanto, que facilitó en un momento dado el desembarco de Normandía, al hacer creer Pujol que en realidad el verdadero ataque se haría sobre Calais. Llegó hasta el mismísimo Hitler el mensaje de 

“sí, en Normandía se ha desembarcado, pero aun así, el verdadero ataque sigue preparándose para ser realizado en Calais”.

Mientras todo esto ocurría, mientras se acercaba “el día D” del desembarco y Pujol trabajaba a destajo para mantener el engaño de los alemanes, Raimundo Hurtado Hoyos continuaba en la cárcel de Guadalajara, cuatro años después de ser apresado por imprimir panfletos, y esperando a que pasasen otros 3.

Raimundo Hurtado Hoyos fue otro español de esa época tan convulsa que me hace recuperar cierto orgullo por esta nación. ¿Por qué? Raimundo no fue agente doble, no influyó directamente sobre las acciones de un dictador nazi, ni salvó a España de ningún ataque. Sin embargo, Raimundo mostró humanidad, optimismo, nobleza y entereza ante las torturas, experimentos médicos, el hambre y la enfermedad, provenientes de la España nazi.

Me escalofría ver el documental de “Hitler, Garbo… y Araceli” como algo del pasado, mientras leo sobre Raimundo Hurtado Hoyos como algo que acaba de pasar. ¿Por qué siento esto? Es como si no se hubiese curado esta herida. El propio libro lo dice al final: “Estos edificios… esas cárceles”. Muchos de los edificios que tenemos en el centro de Madrid fueron cárceles (o checas) improvisadas para “interrogatorios” (es decir, torturas) durante los primeros años de la posguerra.

Si estos edificios estuvieran abandonados pero aún en pie (como se pidió que se hiciese con la cárcel de Carabanchel), para mostrar al mundo lo que hubo, lo que fue, entonces lo sentiría como pasado. Pero edificios como “Gobernación” solo han lavado su cara para ser “el reloj inofensivo de la puerta del Sol”. Y es que claro, estos edificios ya existían de antes y fueron ocupados. Fueron ocupados.

Lo que realmente me anima a escribir sobre Pujol y Hurtado Hoyos es que toda una historia convulsa, muy reciente, sigue pesando sobre las cosas que ocurren ahora. Por mucho que queramos echar tierra, el muerto está muy vivo. Como afirma Giulia Tamayo
“los promotores del olvido creen haber precintado la memoria”. 

Se desollaron los derechos humanos en aquellas reclusiones de personas inocentes. Se desollaron, se degollaron, se fusilaron.

Sobre Raimundo Hurtado Hoyos, y “esas cárceles”



Sobre Joan Pujol García, y ese “pasado”




martes, 3 de julio de 2012

La cultura del presentismo



Un aplauso a las empresas que se han unido a la corriente de la racionalización del horario, impulsada por la Comisión Nacional de la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE).

Quizá la productividad no aumente en España porque se confunde con número de horas trabajadas. Sin embargo, falta un término en la ecuación. La productividad es la cantidad de producto por unidad de tiempo. Ocurre que, si aumentamos la cantidad de tiempo sin aumentar la cantidad de producto, la productividad disminuye. Es decir, alargar el número de horas no garantiza más cantidad de producto.

Además, determinadas horas son altamente improductivas, como las que se trabajan después de comer. Acostumbrados a comidas copiosas, nos enfrentamos a tardes en las que la sangre está en el estómago, y lucha por intentar subir al cerebro.

Ya habíamos hablado en nuestro blog sobre la importancia de conciliarla vida laboral con la personal.

Esta conciliación supone un factor de motivación de primer orden, para cualquier trabajador, esté en la situación personal que esté. Poder mantener aficiones, amistades, descanso suficiente y hábitos saludables, es algo que repercute de forma directa y positiva en el rendimiento del profesional.

También habíamos mencionado la absurdez de tratar de ahorrartiempo, porque es imposible por definición.

¿Qué buscan en realidad las empresas españolas cuando alargan el horario de forma generosa o no conceden jornadas intensivas en verano? ¿Qué se gana? ¿Acaso han hecho el análisis de lo que supondría que esas jornadas se rigieran por el sentido común?

Carlos García-Mauriño, presidente de ASEFARMA, sí lo ha hecho. Es tan solo un ejemplo de empresa en que se han implantado medidas de flexibilización de horarios y conciliación. Esta empresa ofrece la posibilidad de que los profesionales trabajen desde su domicilio, la aplicación de un horario continuado o la reducción de jornada en la proporción adecuada a las necesidades de cada trabajador, entre otras medidas.
La cuenta de resultados de esta empresa ha reflejado un aumento de la rentabilidad del 30%, gracias a estas y otras medidas.

¿Cuál es tu caso? ¿Tu empresa fomenta la conciliación? ¿Qué opinas de los horarios partidos?