sábado, 28 de enero de 2012

¿Dependes de un aparato electrónico?



Lo reconozco: estaba deseando recogerle, no veía la hora de ir a por él, trataba de distraerme leyendo pero no lo conseguía, era como querer volver a ver a un novio que se fue a la guerra. Lo que pasa es que no era un novio, era mi ordenador.

Tres días sin él, y he pasado el síndrome de abstinencia, concretamente, de abstinencia de Internet. Sin mi ordenador, he notado una sensación de aislamiento y soledad en casa. Si no hubiera tenido televisión me habría echado a las calles para buscar gente.

Creo que Internet crea una falsa sensación de estar con gente, es un engaño para el cerebro. Y además, crea una falsa sensación de que la gente es divertida, positiva, comprometida socialmente. Y yo estoy permitiendo que mi cerebro se engañe tanto con la ilusión de estar en relación con otros como con la ilusión de estar ocupada, tener quehaceres. En lugar de dedicarme a quehaceres reales, hago un montón de cosas en el ordenador que no sirven para nada y que roban mucho tiempo. Es una droga de la inconsciencia.

En estos tres días, me ha dado por llamar a varias personas de las que no me habría acordado si hubiera encendido el ordenador. Es más, de algunas solo me habría acordado al ver sus emails. De otra forma, es como si esas personas hubieran dejado de existir.

Y esto me pasa a mí que nací sin ordenadores. ¿Y a las generaciones que nacen con esos cacharros en las manos (iPod, iPad, tableta, smartphone,…)? Creo que esto aumenta la ilusión de no ser animales, pero desgraciadamente aleja las posibilidades de autodefensa en el caso de que se produjesen situaciones extremas, como un conflicto bélico.

Es increíble, porque sin el ordenador, la vivencia del silencio es mucho más intensa. También la relajación, la vivencia de un tiempo ralentizado, vacío, la ausencia de la sensación de que “hay que” darse prisa por algo.

He observado que el trabajo con el ordenador, incluso fuera de Internet, da una falsa sensación de prisa, como si hubiera que hacer todo corriendo, apagar fuegos, alarmas. Cuando lees un texto en pantalla, no lees con la paz y tranquilidad con que lo harías si estuviera en papel. Además, te cansa mucho más.

Normalmente, ninguna información en el PC es como una hoja con letras y punto. Es como tratar de leer una hoja con letras muy juntas y pequeñas mientras te asaltan anuncios de colores, cada vez más dinámicos, que dividen tu atención. Si además de eso te saltan mensajes de que te ha llegado un email, de que se va a instalar una actualización, de que va a iniciarse el antivirus, de que tu equipo está en riesgo, de que alguien te escribe por Skype o por Msn… ¿quién puede concentrarse en una tarea? ¿Qué calidad de trabajo puede salir de ahí?

En lo que quiero hacer hincapié es en la irrealidad de la urgencia que imprime a nuestras vidas un aparato de estos. La urgencia no es real. No hay urgencia. Además, la importancia de los hechos está además trastocada: todo parece tener el mismo nivel de importancia, excepto lo que “llama” en ese momento tu atención, que se pone en el primer lugar, haciendo que todo lo demás se interrumpa.

La vida de tu cuerpo languidece mientras estás conectado/a. Tu verdadera vida social se resiente mientras estás conectado/a. Tu nivel de estrés aumenta y tu capacidad de respuesta creativa disminuye cuando estás conectado/a. Tus posibilidades de autodefensa reales, tus instintos salvajes, tu fuerza natural, se extinguen mientras estás conectado/a. Desconéctate un rato.

lunes, 2 de enero de 2012

El día de la marmota

¿Puedes vivir la vida de otra manera?

Hasta ahora, todo ha consistido en superar una serie de fases, más o menos obligatorias, con la sensación de que todo debe ir a más, a mejor, sin haber un máximo, o con un máximo tan lejano que parece inalcanzable. ¿Puedes cambiar tus creencias para que esto deje de ocurrir?

Tengo la sensación de que, en realidad, no hay nada que hacer. El mundo se podría terminar en el 2012, como algunos auguran, y no quedaría realmente nada pendiente. Piénsalo: todos los años de vida laboral que nos quedan. En mi caso, más del doble de lo que llevo. Todo eso queda por hacer, pero nada de eso existe ahora, en este momento.

Por mi parte, he decidido dejar de creer en la progresión a mejor, en la ambición. Me parece que cuanto más sube una persona, más se aleja de su centro, de quien es de verdad.

He decidido vivir cada día el día de la marmota: solo importa el presente. Me funciona estar muy consciente del presente. Si es bueno, para disfrutarlo en grado máximo. Si no es tan bueno, para cuidarme de la mejor forma posible. Esto significa que se vive con lo que se tiene hoy, no con lo que se tuvo ayer ni con lo que se imagina tener mañana.

La mayor fuente de frustración es vivir el presente como algo provisional, algo que acabará, que nos ocurre por error, tal como también defiende Viktor Frankl. Si uno cree que se librará de su situación porque le tocará la lotería, su jefe se jubilará, su jefe morirá, etc., entonces sufre continuamente, dado que estas expectativas no siempre se ven cumplidas. Se viven estas situaciones como si verdaderamente hubiera otra oportunidad para, ya sí, ser felices, otra vida después... Éste es un gran error.

Yo voy a reproducir la película del día de la marmota ("Atrapado en el tiempo") desde el momento en que el protagonista, una vez que se ha suicidado de las más diversas formas, decide empezar a mirar a su alrededor. En lugar de disfrutar de su tiempo linealmente hacia un futuro distinto (y mayor, mejor), lo disfruta de forma síncrona, en el momento presente, y observa cada vez detalles distintos. Además, como está atrapado en el tiempo, se entretiene en aprender a tocar el piano, aprende francés, e incluso aprende a colar naipes dentro de un sombrero. Porque total, da igual. Está en una especie de cárcel... hasta que empieza a ayudar a los demás.

Paradójicamente, desde el día en que decidí vivir cada día en el día de la marmota (y “día” lo he repetido para divertirme un rato), empecé a hacer cosas distintas. Por ejemplo, como el tiempo ya no cuenta, pues he decidido repasar gramática inglesa. Sé que suena a pestiño pero para gustos no hay nada escrito. También me he puesto a hacer cursos de formación continua, una afición que llevo cultivando varios años. Por otro lado, como el tiempo no cuenta, estoy estudiando medicina tradicional china. Y quién sabe si incluso estudiaré chino, después de todo.

Antes de tomar esta determinación, opinaba que es absurdo estudiar un idioma siendo adulto, porque está demostrado que no se llega a fijar en las estructuras neuronales, ni se llega a pronunciar sin acento. De hecho, el propio Richard Vaughan defiende con razón que el idioma sin acento se aprende antes de los 6 años. El caso es que, como los 6 años míos quedaron atrás, creo que ahora ya da un poco igual tener 37 que tener 43.

¿Cómo lo ves? Te sugiero que lo pruebes durante unos días, al menos. Da una gran sensación de libertad, y quita una gran carga de estrés al eliminar la creencia básica “debo mejorar cada día”. Además, como te sitúas en el día de la marmota y sabes que al día siguiente volverás a encontrarte con lo mismo, pues empiezas a tener un agradable sentimiento de que no queda nada por hacer, y de que puedes hacer lo que te dé la gana.

En fin, comparto este gran descubrimiento con todos/as vosotros/as con la esperanza de que os pueda servir.