martes, 17 de marzo de 2015

Mis taxistas: el juez Dredd

Esto puede ser tanto el inicio de una serie de entradas como la única entrada de su género.

Por motivos de trabajo suelo tener que tomar taxis con frecuencia. Algunos taxistas permanecen callados o ponen la radio muy alta, mientras que otros establecen conversaciones con relativa facilidad. A estos últimos voy a dedicar estos posts.

Recientemente subí en el taxi de alguien a quien podemos llamar "el juez Dredd".

Desde el primer momento me estaba explicando lo que se puede y no se puede hacer cuando se conduce, cuando un coche nos pita. Entonces me explica larga y extendidamente por qué él lo estaba haciendo bien, pero aquel conductor no, no tenía la razón. Además, añade que el conductor de delante también lo ha hecho mal, y todo porque hay que seguir las instrucciones que están en el suelo, en la carretera. ¿Lo sabía usted? Le dije que sí. Luego ocurrió algo más y es cuando me preguntó de dónde soy. De Madrid. ¿Y allí la gente conduce así de mal? Y yo respondí: ¡en Madrid mucho peor! ¡Es una selva! Y él respondió: ¿Perdón?

Al cabo de un rato de conversación, me di cuenta de que el taxista no escuchaba nada, solo arengaba. En seguida le apodé "el juez Dredd". Me explicaba con detalles pormenorizados cuáles son las leyes y cómo todo el mundo (menos él) las desconoce. Incluso mencionó algunas leyes que sé que no son ciertas, como que un trabajador no puede tomar nada de alcohol durante su jornada laboral.

Toda su historia cobró sentido cuando me habló de su pasado de vigilante de seguridad. Si me hubiese dicho que en el pasado había sido policía, geo o guardia civil, también me habría cuadrado.

Así que él continuó, explicando cómo las motos que tienen que ir a 50 no son multadas en una carretera limitada a 60 si van a 55, a pesar de que van por encima de la velocidad mínima a la que tienen que ir, y cómo los autobuses tienen un límite de 90 en autopista, y cómo todos los conductores comunes tendríamos que hacer los mismos exámenes que hacen los taxistas (en esto estoy de acuerdo). Sin embargo, cuando dijo que se deberían hacer pruebas de conducción anualmente y que si la persona mostraba desconocer alguna norma habría que quitarle el carnet (hasta que se examinara del teórico de nuevo), me pareció que estaba exagerando.

El juez Dredd no quiso saber nada más. Para él, todo el mundo quiere hablar o de fútbol o de política, pero él solo habla de leyes. Bueno, hay que decir que en los últimos minutos fue capaz también de hablar de política, solo para explicar qué leyes deberían existir para que los políticos robaran menos.

Imagen 1: http://esperanzamembrado.com/servicio-de-taxi/
Imagen 2: http://www.filmaffinity.com/es/film945425.html

lunes, 9 de marzo de 2015

Whiplash – Motivar con castigos

¿Hasta qué punto es lícito machacar a los mediocres para que de entre ellos surjan los genios? ¿Es cierto que presionar y minusvalorar hacen que una persona se motive para dar el máximo? ¿Y luego qué, qué obtenemos?

Estas son las preguntas que se plantean en la película Whiplash, en la que un profesor y director de música jazz lleva más allá de los límites a sus alumnos, y se ceba especialmente en un nuevo y joven baterista, que podría o no ser uno de aquellos genios, como Charlie Parker.

Las teorías de la motivación muestran que machacar, presionar y castigar producen un resultado mucho más pobre que premiar, reforzar y animar. El refuerzo positivo, el crear un espacio que permita a la persona desarrollar sus competencias, sentir autonomía y aprender de la relación con otros, están por encima de los ambientes militares que se viven con frecuencia en disciplinas como la música y el baile.

Es la palabra: ambiente militar, disciplina militar. El indiscutible líder, que es el “profesor” o “maestro” (habría que ver si merece estas etiquetas) da órdenes y no admite nada por debajo de la perfección. Por tanto, la perfección es lo que tienes que alcanzar, y si lo haces no se te va a felicitar, y lo que esté por debajo hay que machacarlo hasta hacerlo desaparecer, porque solo los mejores pueden subsistir en la elite.

También podríamos pensar en esta figura de poder como en un crítico que, no siendo capaz de alcanzar por sí mismo la perfección que tanto admira, no puede soportar tener espejos (otros mediocres) delante. De hecho, llama la atención que le diga al baterista "¡No estás siguiendo mi ritmo! ¡No estás siguiendo mi tempo!", en lugar de "el ritmo" o "el tiempo". Vaya, que parece que el criterio de perfección podría ser subjetivo.

Según el “profesor” de esta película, “buen trabajo” son las dos peores palabras que se pueden decir a un aprendiz o practicante de una disciplina. Porque eso lleva a la autosatisfacción y a no tratar de llegar más allá.

En cambio, el “maestro” elige el camino del terror, de forma que el placer que pueda parecer que siente el instrumentista o la bailarina es en realidad dolor y miedo. Es como si se nos dijese: solo quien soporta el dolor y el miedo y aun así es capaz de ejecutar a la perfección una pieza, solo ese es el genio.

¿Qué habría ocurrido si el padre de Mozart no lo hubiera convertido en un mono de feria desde que era pequeño? ¿Nos habría llegado algo de su música? ¿Habría si quiera compuesto una mísera pieza? Yo creo que sí: creo que su talento era independiente de la presión de su padre.

Imagen de la película El último bailarín de Mao
En la película El último bailarín de Mao, el protagonista chino conoce a una bailarina “mediocre” en Estados Unidos, y decide casarse con ella, pero pronto surgen las desavenencias, pues él en unos meses se ha convertido en una figura principal del ballet de la ciudad, mientras que a ella la descartan en cada casting. Entonces pensaríamos: ella es mediocre, no tiene derecho a bailar. Sin embargo, se separan, ella se va a otra ciudad, y allí es bailarina durante varios años. Lo que uno de estos “maestros” consideraba mediocre a otro le vale, y le vale lo suficiente como para que esta persona realice su sueño. Y sí, es cierto que quien trasciende su propia vida es un bailarín como el de Mao, y no la bailarina vulgar y corriente.

Por otro lado, también es cierto que las dificultades nos hacen crecer. Cuando encontramos una barrera delante, una persona difícil, una situación problemática, podemos crecer hasta ser capaces de superar el obstáculo, de ponerlo de nuestro lado, de vivir a pesar de él o con él. Creo que a eso se puede referir el “profesor” de Whiplash: si te dicen “buen trabajo”, no tienes ya barrera que superar.

Quizá lo más sensible de todo esto es que esta manipulación a la que algunos “maestros” someten a sus aprendices ocurre necesariamente cuando los practicantes no son adultos, cuando su cerebro está aún formándose, incluso a edades muy tempranas.

Yo me suelo escalofriar cuando oigo a una madre decir que va a apuntar a su hija a gimnasia rítmica o a ballet, o bien cuando veo niños muy pequeños tocando ya el violín, el violonchelo… ¿Sabe esa madre de la dura disciplina militar que se impone en estos ambientes? ¿Sabe si su hijo/a la va a resistir? ¿No se plantea quizá algo más suave, menos exigente, en lo que quizá esa persona vaya a disfrutar más?

Como veis, no estoy hablando mucho de la película en sí, recomiendo que la veáis. Al que además le guste el jazz la va a disfrutar mucho. A mí no me gusta especialmente, y aun así reconozco que las piezas que se escuchan en la película son poderosas. La recomiendo también por la actuación de ambos protagonistas, y la recomiendo sobre todo para invitaros a esta reflexión sobre la motivación, los métodos de enseñanza, y la genialidad o mediocridad y cómo llevarse con ellas.

Saber más:



jueves, 5 de marzo de 2015

El policía que estaba en la parra

¿Nos está permitido estar en la parra?

Piénsalo bien. O para aclarar un poco: ¿nos está permitido estar en la parra cuando otros están mirando? ¿Nos lo permiten nuestra naturaleza, las normas sociales, las neuronas espejo?

Estoy en la cafetería del aeropuerto. Digo "la" porque solo hay una (es un aeropuerto muy pequeñito). Todos estamos esperando un avión. Muchos han acabado de comer, pero es pronto para acercarse al control.

¿Qué haces tú en una situación como esta para matar el tiempo?

Mucha gente, y yo puedo estar a veces en este grupo, abre sus portátiles y sigue trabajando, como si no fueran más de las ocho de la tarde. Están encorvados y miran hacia abajo, a sus pantallas. Son "los tristes".

Los que tienen compañía, los menos, a veces charlan. Suelen ser personas que no viajan por motivos de trabajo, por lo que no portan un ordenador. Son "los familiares".

Hay algún "lector" y algún "escribano", ese que toma notas. A veces también soy de uno de estos dos tipos. Ahora mismo, claro, estoy siendo "el escribano".

Hoy hay uno distinto: es policía. Es joven. Y es capaz de mantenerse en la parra con la mirada distraída en el infinito y ocasionalmente en otro de los comensales. Claramente, no está de servicio. Ese tío sí se siente libre.

Parece tan relajado que incluso se diría que va a dormirse. Este tío es un crack. Lleva por lo menos veinte minutos en estado meditativo. No estoy bromeando con él, realmente le envidio.

Como esa niña del artículo, yo tampoco puedo parar mis pensamientos, ni puedo dejar de hacer cosas "útiles", "productivas".

Por lo que de pronto levanto la cabeza del teléfono y el policía se ha ido. De verdad, ha desaparecido.

¿Darán cursos de meditación en la policía? ¿O bien trabajar de pie, en movimiento, sin tener que estar al menos 8 horas delante de una pantalla dará al policía la capacidad de quedarse en la parra?


  • Nota 1: la imagen del policía procede de este artículo, y es evidente que no he encontrado imágenes de policías en la parra.
  • Nota 2: he visto que la expresión "estar en la parra" puede no ser global, ¿cómo llamáis a este estado en que estás despistado, con la mirada perdida en el infinito?